miércoles, 11 de marzo de 2009

Dos para triunfar

Don Peppino Viannini, padre de Andrea, vió entrar en su oficina del centro de la Capital Federal a Nasif Estéfano justo en el momento que hablaba telefónicamente con su hijo, que estaba en Milán, Italia. “Sentate y esperame”, le dijo al “Turco”. Luego de algunos gruñidos y monosílabos en italiano, Peppino interrumpió la charla y se dirigió al visitante. “Nasif, si te mando a Europa ¿ de que vivirías allá”, preguntó. “Con tal de ir, del aire, Don Viannini”, fue la rápida respuesta del tucumano. Corría 1964, y merced a la conjunción de la charla y la visita Peppino decidió cómo sería el equipo que participaría en las 12 Horas de Reims de 1964, sobre un Porsche 901: su hijo Andrea junto a Nasif Estéfano.
En aquella época Argentina había perdido su fecha de F1 Internacional, por lo que los contactos a nivel internacional estaban acotados. De ahí que cualquier actividad de algún piloto local en automovilismo mundial suscitara mucha atención, más allá de que en el Turismo Carretera se gestaba, Chevitú mediante, una revolución que acaparaba gran parte de los comentarios y los medios especializados. Y la participación de la dupla en Reims no fue la excepción, con una cobertura amplia y alta expectativa. Estéfano llegó a Linate, el aeropuerto de Milán, y allí mimo se encontró con Vianini. Se conocían, aunque el “Turco” tenía sus reservas sobre el “Tano”: pensaba si ese chico tan temperamental, exhuberante y sofisticado manejaría realmente bien. Los pilotos eprendieron viaje al circuito sobre el Porsche de carrera, recientemente adquirido. Cargaron las valijas en la parte trasera, y comenzaron el trayecto.
En el camino llovió intensamente. Y Nasif pudo constatar lo que menajeba Andrea. Bordeando el lago Di Garda, un camion los encerró y el 901 entró en trompo en plena ruta, saliendo airoso Vianini de la situación con absoluta naturalidad.
En Reims los esperaba un enjambre de apellidos famosos, de cuerpos habituales de diarios y revistas, de magníficos equipos oficiales. Estos últimos, con las mejores chances de vencer, y casi sin tener en cuenta a ningún privado, menos aún si se trataba de forasteros. Es sencillo imaginar el final. Tras manejar un par de turnos cada uno, Andrea y Nasif derrotaron a los poderosos teams ingleses, franceses y alemanes sobre su modesto Porsche. De ese modo, alcanzaron un hito muy especial: lograron la primera victoria en europa luego del retiro de Fangio, algo de vital importancia para reinsertar a Argentina en el plano internacional. Ya no sólo se conocían, sino eran amigos. Y juntos recordaban pícaramente, aún con la emoción del triunfo a cuestas, aquellas señas desde boxes de Huscke Von Hainstein, director del equipo oficial Porsche, pidiéndoles –casi rogándoles- que aliviaran su marcha. Estéfano y Vianini volvieron al país como héroes. Pensaban vivir del aire y vivieron en el aire, dándole otra lección a los europeos acerca de cómo se manejaba en ese país que todavía algunos desconocían.

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