miércoles, 11 de marzo de 2009

El piloto de lo imposible

El campeonato 1986 del TC2000 tenía, en la disputa por la corona, dos protagonistas excluyentes: Juan María Traverso y Mario Gayraud. El de Ramallo transitaba su primer año como piloto oficial Renault, con la cupé Fuego alistada por Oreste Berta. Gayraud, por su parte, era la carta ganadora de Ford, sobre el Sierra XR4 que le entregaba José Miguel Herceg. Traverso comandaba el certamen sobre Gayraud por pocas unidades, pero su esperanza radicaba en la fecha a disputarse en su ciudad, Pigue, en los primeros días de Octubre. En ese tipo de escenarios, de bajo promedio y trabados, las Fuego penaban con la tracción, que en su caso era delantera. Ese detalle técnico, más el conocimiento del local del trazado, parecían inclinar la balanza, pero...Estando Traverso del otro lado, nada podía darse por hecho
Por escasísimo margen (1/10), el ramallense se quedó con la pole position. El local, segundo, comenzó a darse cuenta que las cosas no eran tan favorables, y no se equivocó. Juan María comenzó mandando con autoridad, sin que Gayraud lo inquietara de modo alguno. Ernesto Soto, rallysta que era coequiper en el team oficial del rombo, pasó al de Ford para mostrar un 1-2 de las Fuego que dejaba en silencio a toda la afición presente en el circuito. Sin embargo, los lugareños volvieron a tener momentos de euforia. Efímera, pero euforia al fin. El “Flaco” comenzó a perder adherencia, ante el degradamiento de uno de los neumáticos traseros, lo que derivó en un trompo que dejó la punta servida a Soto y la segunda plaza a Gayraud. Lejos de pensar en abandonar o solo llegar, Traverso peleó para guiar lo más rápido posible su disminuída unidad. Esta actitud no hizo más que terminar de herir la cupé número 5: la suspensión trasera empezó a romperse, el humo envolvía el auto, un nuevo trompo estaba cerca de concretarse. El abandono era casi un hecho, pero el “guerrero” pretendía caer en las últimas consecuencias, y siguió...Cerca del final, el milagro: El Sierra subcampeón se despistó levemente, por lo que Traverso llegó a su cola. Claro, el local tenía todos sus neumáticos en orden. La pelea era desigual, como siempre le gustó a quien se convertiría con los años en múltiple campeón. Última curva. Nuevo desliz del bueno de Mario, que se veía venir lo que en definitiva sucedió: Con solo dos ruedas sanas en su Fuego, Traverso lo rebasó en la mismísima línea de llegada. El auto tenía desprendido el eje trasero, y todos quienes lo vieron en el parque cerrado dieron el mismo veredicto: nadie que no tuviera un talento único y especial podría conducir un vehículo en ese estado. El veredicto del equipo Berta agrandó el tamaño de la proeza. En el parte de prensa, el comunicado decía que el auto número 5 sufrió “rotura de tensor de la suspensión trasera, neumático trasero derecho totalmente roto, trasero izquierdo notoriamente degradado, embrague quemado e instalación eléctrica en cortocircuito...¿Gayraud? Prefirió no hacer declaraciones ese día, y nunca más en su campaña se refirió al tema. Soto, siempre en el recuerdo, obtuvo su primer y único triunfo en TC2000. El héroe de la jornada dió el gran paso rumbo a su primer título con la marca francesa, comenzando así el idilio más duradero y exitoso de la historia del TC2000.
1988 no comenzó bien para Traverso en el TC2000. Abandono en Mar del Plata, primera fecha, y una floja clasificación en General Roca, segunda parada del certamen, detrás de “Cocho” López, Silvio Oltra y Gayraud, conformaban un balance flojo para quien siempre era el candidato natural a llevarse victorias y cetros. Encima, la definición perdida a fines del 87 a manos de Oltra contribuía a redondear un presente distante de lo que Berta y el piloto pretendían en pos de revalidar la corona de 1986...La cupé Fuego oficial se veía relegada por sus pares particulares, y nuevamente Oltra era el parámetro de total de la marca y la categoría luego de imponerse en Mar del Plata, reponiéndose brillantemente de la destrucción de su auto en los entrenamientos del viernes. Y, como “yapa”, el archirival López se mostraba firme como nunca, y ya asomaba el VW 1500 de Guillermo Maldonado..El panorama era complicado, y la recuperación debía llegar si o si en Roca. Así lo entendía el equipo y lo sabía Traverso, que estaba dispuesto a todo para volver a posicionarse bien arriba, lugar del que estaba definitivamente despojado por sus rivales.La misión era complicada: partir desde el cuarto puesto en Roca y pretender avanzar nunca fue sencillo con el viejo trazado, pero Traverso aportó su plus para rápìdamente colocarse a los escapes de Oltra, el puntero. Ahí empezó una dura batalla con el campeón, que no cedía un centímetro que permitiera aspirar a algo más a quien lo perseguía. Claro que Silvio jamás imaginó que Carlos Crocco,rezagado, complicaría sobremanera su trabajo. Al alcanzar al Sierra en la zona de la horquilla Oltra eligió superarlo por dentro, pero debió frenar casi a cero para no embestirlo, ya que Crocco decidió dejar la parte externa para que lo superen, y por allí fue Traverso para dar cuenta de ambos. La misión imposible de lo previo para el ramallense era una realidad. Estaba punteando luego de salir cuarto, y el reencuentro con la victoria estaba a la vista. Empero, faltaba sortear un obstáculo más...
Una conexión de aceite del motor de la cupé se rompió, y el fluído comenzó a caer sobre el tubo de escape, quemándose y generando un incendio en la parte inferior del auto. Faltaban cuatro giros, y todos ya hablaban del segundo abandono consecutivo, y del gran iniio de certamen de Oltra, a quien veían repitiendo halago. Pero sobre ese auto que ardía en sus entrañas estaba Traverso. El que sabía que debía ganar para ponerse en carrera y aplacar el agrande de sus rivales. Y nada lo detuvo, a pesar de que el conducto de aceite que se había cortado hacía que el lubricante cayese por todos lados, pasando por la rueda trasera derecha de la Fuego blanca, complicando su andar y bañando el parabrisas de la dorada de Oltra, lo que favorecía el poder mantener la punta. La pista era casi intransitable, y así Traverso fue elevando sus tiempos de giro a razón de casi un segundo y medio por vuelta, en tanto hacía malabares para llevar el auto en medio de una humareda infernal que envolvía el mismo e invadía el habitáculo. Medio ahogado por ese humo, el “Flaco” abrió la ventanilla totalmente para poder respirar, al tiempo que adivinaba donde estaba el circuito y su perseguidor. El campeón circulaba 24/100 por detrás de la Fuego número 2 pero solo por instinto, ya que entre el humo y el aceite carecía de visibilidad. 3º y 4º preferían no acercarse demasiado al tándem, previendo una carambola general. Intentar el sorpasso en esas condiciones era harto difícil, y tratándose de Traverso, podría decirse que imposible. Solo restaba apostar, con la suficiente frialdad e inteligencia, a que el motor diesmado en óleo diga basta...Motor, auto y piloto llegaron con lo justo. Casi no tenía lubricante, y el renimiento del final había sido muy bajo. Las llamas se veían cada vez más, y el piloto sentía tamaño esfuerzo. El final fue apoteótico. Silvio lo buscó pero no le alcanzó y perdió tan solo por 26/100. Traverso escribía su página más gloriosa, la que nunca tuvo comparación con ninguna otra “obra” de su autoría. Ni Pigue 86 (ver en este mismo libro), ni el Desafío de los Valientes 88, ganando en la montaña a los rallystas, igualan a la “batalla de Roca”, una carrera que tenía un contexto especial para el ramellense antes de disputarse, y terminó siendo la más especial del múltiple campeón y de la historia del TC2000. En el 88, Traverso ya era bicampeón de TC y TC2000, había brillado en F2 Euopea y Club Argentino de Pilotos. Sin embargo, el fuego sagrado se encendió con esas llamas que intentaron amedrentar a un piloto que en las difíciles se agrandaba, y cuyo único techo siempre fue su enorme talento. Obviamente, Traverso fue campeón ese año. E ídolo de por vida.

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