miércoles, 11 de marzo de 2009

Humor de fierro

Hay mil historias risueñas en el automovilismo deportivo. Sería imposible dedicar un solo capítulo a las mismas, y hasta tal vez ni con un libro alcanzaría. Una selección bastante dura dejó como resultado estas tres, que no tienen desperdicio.
Carlos Ragno, piloto de la Fórmula 4, siempre estaba acompañado por su padre, quien se desempeñaba como cronometrista o auxiliar. En las 500 Millas de Rafaela de 1968, Carlos corrió con un Crespi-Fiat. Durante los entrenamientos, su padre caminaba por los boxes y se detuvo ante un auto de F1 que no arrancaba, a pesar de que intetaban con una batería suplementaria conectada a la original. Ragno mayor preguntó: “¿Ustedes usan batería?”. A lo que uno de los mecánicos, nervioso por la situación y molesto por la inquisitoria, respondió ofuscado; “Y claro, que quiere que usemos”. Lejos de amedrentarse, el curioso prosiguió explicando que en el equipo al que pertenecía, se usaba “una pila”. Sorprendido, el mecánico se mostró más dispuesto al diálogo, que continuó así: “¿Cómo una pila?. ¿Con eso les alcanza para hacerlo arrancar? ¿De que tamaño es la pila?”. Ragno recibió el “centro” que buscaba para su definición. “Es una pila grande de idiotas que nos ayudan a empujar el auto hasta que arranca”. La cara del mecánio se transformó, a tal puno que Ragno dejó la zona a paso acelerado y aguantando la risa.
En los comienzos del Turismo Carretera, al finalizar una de las largas etapas que se corrían, los relatores radiales esperaban la llegada de los protagonistas. Uno de ellos era Luis Elías Sojit, quien al momento de arribar Pedro Yarza le acercó el micrófono para extraer las primeras sensaciones de la carrera. Aquí, el diálogo completo:
Sojit: Y Pedro, ¿como fue la etapa?
Yarza: Y, realmente difícil, el camino está bastante jodido
Sojit: Pedrito, estamos al aire y hay millones de oyentes que están escuchando, por lo que si bien entiendo su emoción en este momento, le pediría que modere su lenguaje
Yarza: Tiene oda la razón Luis, pro ahora ya está, la cagada ya está hecha
Sojit: (Bastante molesto) Bueno señores, hay que entender al piloo, que viene de hacer cientos de kilómetros ..
Yarza: (Percatado que la humorada no era del agrado del periodista). Bueno, hablando en serio, cruzaremos la Cordillera de los Andes con sus colosales montañas, n una repetición e la gesta histórica del General San Martín. Por eso, pretendemos ser dignos embajadores de nuestro país en este fraternal encuentro.
Sojit: (mucho mas contento) Es verdad Pedro, sin dudas será así, y el dia de llegada se habrá logrado una verdadera hazaña deportiva
Yarza: Si Luis, lástima que la llegada será en Chile y el día domino, por lo que nuestros amigos chilenos nos van a recibir todos en pedo
Sojit: No mas declaraciones
La Misión Argentina que incursionó en Nurburgring tuvo varias aristas divertidas, en medio de otras que no lo eran tanto. La soledad de las noches en la zona de los montes Eiffel, done la población eera en su mayoría campesinos que se acostaban y levantaban muy emprano, invitaba a largas reuniones nocturnas donde se charlaba de temas que nada tenín que ver con el automovilismo se organizaban guitarreadas, se jugaba al truco o se leían los diarios de Buenos Aires, que llegaban con dos días de atraso. Una de esas noches, se le encargó a Pepe Oneto, de Clarín, que pidiera algunas gaseosas. Pepe, una persona muy gentil y educada, habló con uno de lo mozos e hizo el pedido. Volió al salón, y ante la pregunta si habí hcho el pdido respondió: “Si, lo hice, las bebidas va a traerlas el Sr Morgan”. Pasó media hora, pero la sed seguía azotando a los argentinos. “No sé que pasará, me dijeron que Morgan ya las traía”. Tata Ecker, presente y único que dominaba el idioma teutón, se acercó al bar a preguntar. “Disculpe, que pasó con las gaseosas que pedimos y dijeron que iba a llevarlas un tal Morgan”. El mozo, sorprendido, respondió: “¿Morgan? Acá no hay ningún Señor Morgan. Lo que yo le dije fue que el bar ya había cerrado y que hasta morgen (mañana) no podía despachar nada” Pobre Pepe. A partir de su confusión, el resto de su estadía con la delegación fue muy dura.

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